“No hay nada tan sencillo como para que no pueda ser malentendido”
JR TEAGUE
JR TEAGUE
¿Sentimos que la gente nos contesta mal? ¿Nos entienden? ¿Se fastidian cuando decimos algo?
Muchas veces nos enojamos con las reacciones de la gente y no pensamos sobre nuestra propia acción, la forma que tenemos nosotros de comunicarnos, de decir las cosas. ¿Somos vuelteros, somos claros, somos asertivos o somos agresivos cuando hablamos? Hoy ponemos nuestra atención en la comunicación (cómo hablamos, cómo escuchamos, cómo interactuamos) como otra vía para el reconocimiento y la transformación. Mirarnos otra vez, descubrir a través de este aspecto cómo puedo mejorar mi vida y la de los que me rodean.
Se pueden identificar tres tipos de comunicación desde el punto de vista de la relación con uno mismo, y con los demás. El estilo pasivo implica resaltar la voluntad del otro por sobre la propia. Dificultad para expresarse, inhibición, dar vueltas con la conversación, lenguaje vago, ocultamiento de las verdaderas motivaciones, de los sentimientos u opiniones. Centrado en evitar confrontaciones, o en agradar a los demás en detrimento de mi propio bienestar, a la vez que evito responsabilizarme. El estilo asertivo contempla tanto mi punto de vista como el ajeno. Se basa en el respeto y en la conexión con el otro. Para eso es necesario estar presentes, hablar en primera persona, ser honesto con lo que uno quiere decir, decir eso y no otra cosa. Por último el estilo agresivo es el que privilegia el propio punto de vista y trata de imponérselo al otro. Se hace uso de la fuerza, las palabras van sobrecargadas de emoción, se eleva el tono de voz, el cuerpo se tensa y va acompañado de sentimientos de enojo, control y superioridad. Es fácil darnos cuenta que en este continuum nos movemos todos, ahora bien, no es tan fácil darnos cuenta cómo y cuándo variamos de estilo y de qué depende. Animémonos y descubramos cuándo y con quiénes nos inhibimos o abusamos de nuestro poder, con quienes somos asertivos y por qué. A medida que nos vayamos conociendo vamos a ser más asertivos, respetuosos y amorosos y seguramente tendremos de vuelta una respuesta más amorosa y respetuosa.
La buena comunicación, como parte constitutiva de la inteligencia interpersonal, requiere de reflexión, ejercitación y esfuerzo. La comunicación es como un músculo que debe ser ejercitado, al igual que nuestra conciencia, y que todas las habilidades sociales. Algunos tienen el privilegio de tener habilidades innatas otros deben ejercitarlas: todos pueden ponerlas en práctica, es tan solo un acto de voluntad.
Miremos otra vez, la buena comunicación vale la pena, las palabras mueven montañas.