Si no quiero lo que tú quieres, no me digas, por favor, que lo que yo quiero está mal.
O si lo que yo creo es distinto de lo que tú crees, piénsalo un poco antes de corregir mis creencias.
O si mis emociones son menos intensas que las tuyas, o más, dadas las mismas circunstancias, procura no decirme que sienta más o menos que tú.
O si actúo, o dejo de actuar de un modo distinto a tu plan de acción, respeta el mío.
De momento no te pido que me entiendas. Eso sólo llegará cuando dejes de querer hacerme una copia de ti.
Puede que yo sea tu marido o esposa, tu padre o madre, tu hijo, tu amigo, tu compañero.
Si tú me permites que experimente mis deseos o sentimientos o mis creencias o mis acciones, sólo entonces te abrirás a entenderme de modo que algún día mi forma de ser no te parecerá tan errónea. Incluso pueda llegar a parecerte correcta- para mí.
Si logras aguantar mi forma de ser, será el primer paso para llegar a entenderme.
No quiere decir que tengas que adoptar mis ideas o mi manera de ver la vida, sino que ya no te irritarás conmigo o te sentirás desilusionado por mi aparente desobediencia.
Y al entenderme mejor, logres quizás apreciar mis diferencias, y lejos de tratar de cambiarme, incluso busques preservar y fomentar esas diferencia.
Poesía “Tambores Diferentes”
Está claro que las personas somos distintas unas de otras en formas fundamentales. Esas diferencias de comportamiento pueden, y de hecho generalmente lo son, ser explicadas en términos de defectos o faltas. Así los padres, los maestros, los terapeutas, creemos que nuestra labor es corregir esos defectos. Moldearlos según nuestra idea e imagen que por supuesto tiene una fuerte carga cultural. Por suerte ese proyecto es imposible de llevar a cabo y en la brecha que se produce entre la expectativa y la realidad surgen los verdaderos desafíos humanos de conocernos, aprender a respetarnos, tolerar la diferencia, reconocer los prejuicios y los juicios de valor, de vivenciarnos en nuestra individualidad. Aceptar que el otro es alguien a quien nunca vamos a comprender por completo, pero alguien a quien podemos querer y amar. Así el mundo está poblado de fríos, sensibles, racionales, lentos, ansiosos, agresivos, intuitivos, aventureros, miedosos, sociables, introvertidos, etc.
Por debajo de la crianza que les ofrecemos a nuestros hijos se anida la idea “de tal palo tal astilla” ¿una buena versión de nosotros mismos? Existe también la creencia que a mismo comportamiento igual experiencia. Sin embargo en ambos casos comprobamos diariamente que no es así, los niños vienen al mundo con agenda propia y aún haciendo lo mismo sus experiencias pueden llegar a ser radicalmente opuestas. Si como padres y educadores no nos damos cuenta que muchos chicos son increíblemente diferentes a cómo somos nosotros, corremos el riesgo, aún con nuestras buenas intenciones, de invadirlos en su espacio privado de experiencia y de desconfirmarlos en su singularidad. Por otro lado, si nos damos cuenta ¿qué hacemos? ¿los tratamos de forma distinta? Este es el real dilema.
Como el Mito de Procusto, un gigante que hospedaba viajeros a los cuales hacía descansar en una cama de un tamaño en particular, si la persona era de mayor tamaño le amputaba los miembros hasta dar con la medida y si era de menor tamaño le estiraba las extremidades hasta dar con la medida adecuada, en el intento de “encajar” producimos una profunda herida y no una verdadera transformación. La tarea que proponemos es mirarnos otra vez, recordar (remember en inglés que puede entenderse también como “remembrar” recuperar los miembros perdidos) y recuperar nuestra propia medida, para respetar la medida ajena.
La voluntad de volver a mirar. El respeto es estar dispuesto a no aferrarnos a una vision particular
miércoles, 23 de noviembre de 2011
domingo, 16 de octubre de 2011
SOMOS COMO COMUNICAMOS
“No hay nada tan sencillo como para que no pueda ser malentendido”
JR TEAGUE
JR TEAGUE
¿Sentimos que la gente nos contesta mal? ¿Nos entienden? ¿Se fastidian cuando decimos algo?
Muchas veces nos enojamos con las reacciones de la gente y no pensamos sobre nuestra propia acción, la forma que tenemos nosotros de comunicarnos, de decir las cosas. ¿Somos vuelteros, somos claros, somos asertivos o somos agresivos cuando hablamos? Hoy ponemos nuestra atención en la comunicación (cómo hablamos, cómo escuchamos, cómo interactuamos) como otra vía para el reconocimiento y la transformación. Mirarnos otra vez, descubrir a través de este aspecto cómo puedo mejorar mi vida y la de los que me rodean.
Se pueden identificar tres tipos de comunicación desde el punto de vista de la relación con uno mismo, y con los demás. El estilo pasivo implica resaltar la voluntad del otro por sobre la propia. Dificultad para expresarse, inhibición, dar vueltas con la conversación, lenguaje vago, ocultamiento de las verdaderas motivaciones, de los sentimientos u opiniones. Centrado en evitar confrontaciones, o en agradar a los demás en detrimento de mi propio bienestar, a la vez que evito responsabilizarme. El estilo asertivo contempla tanto mi punto de vista como el ajeno. Se basa en el respeto y en la conexión con el otro. Para eso es necesario estar presentes, hablar en primera persona, ser honesto con lo que uno quiere decir, decir eso y no otra cosa. Por último el estilo agresivo es el que privilegia el propio punto de vista y trata de imponérselo al otro. Se hace uso de la fuerza, las palabras van sobrecargadas de emoción, se eleva el tono de voz, el cuerpo se tensa y va acompañado de sentimientos de enojo, control y superioridad. Es fácil darnos cuenta que en este continuum nos movemos todos, ahora bien, no es tan fácil darnos cuenta cómo y cuándo variamos de estilo y de qué depende. Animémonos y descubramos cuándo y con quiénes nos inhibimos o abusamos de nuestro poder, con quienes somos asertivos y por qué. A medida que nos vayamos conociendo vamos a ser más asertivos, respetuosos y amorosos y seguramente tendremos de vuelta una respuesta más amorosa y respetuosa.
La buena comunicación, como parte constitutiva de la inteligencia interpersonal, requiere de reflexión, ejercitación y esfuerzo. La comunicación es como un músculo que debe ser ejercitado, al igual que nuestra conciencia, y que todas las habilidades sociales. Algunos tienen el privilegio de tener habilidades innatas otros deben ejercitarlas: todos pueden ponerlas en práctica, es tan solo un acto de voluntad.
Miremos otra vez, la buena comunicación vale la pena, las palabras mueven montañas.
miércoles, 31 de agosto de 2011
SER UNO MISMO NO ES TAN FÁCIL. ¿CUÁN LIBRES O GENUINOS PODEMOS SER?
“Conviértete en quien eres”, decía Nietzsche, “aunque a veces se sienta horrible”, agregamos nosotras. Cada vez que tengamos que tomar decisiones desde a qué hora creo que mi hijo tiene que volver de una fiesta, no aceptar una gran oportunidad laboral porque no me hace feliz, votar, en fin colaborar en la creación de la vida que queremos vivir, sepamos que no estamos exentos de la influencia y la mirada social.
Nuestras percepciones, actitudes y acciones están fuertemente afectadas por otras personas, de manera individual o colectiva. Este proceso se llama influencia social
La presión hacia la conformidad es el proceso por el cual modificamos nuestro comportamiento en función de adherir a las normas sociales vigentes, es decir a ideas o reglas ampliamente aceptadas que indican cómo debemos obrar en determinadas situaciones. Las normas sociales pueden ser tanto explícitas como implícitas, en algunas ocasiones son detalladas y precisa (leyes, etc.) otras no tanto como parámetros de conducta, lenguaje y vestimenta de acuerdo a los grupos que pertenezcamos o que quisiéramos pertenecer.
¿Cuáles son los factores que determinan hasta qué punto como individuos nos dejamos presionar hacia la conformidad?
• La cohesión, es decir el grado de atracción hacia el grupo o las personas que ejercen esa influencia. Somos más propensos a dejarnos influir por amigos o por personas que admiramos. • El tamaño del grupo
• La presencia o ausencia de apoyo social. Tener un aliado ayuda a no dejarse presionar.
También hay dos necesidades básicas que nos compelen a seguir la corriente, una es la de sentirnos queridos y otra es la de “hacer lo correcto”. Muchas veces actuamos como los demás para asegurarnos ser aceptados, para pertenecer a ese grupo, y para quedarnos tranquilos de que estamos haciendo lo correcto porque que en este caso es lo que hace la mayoría.
Pero, si bien queremos agradar a los demás y hacer lo correcto, no queremos perder nuestra identidad, aquello en lo que creemos, nuestros valores personales. Es decir también tenemos la necesidad de individuación, ser nosotros mismos y diferenciarnos de otros. Es en parte por este motivo que en ocasiones elegimos no estar de acuerdo con los demás o actuar de manera idiosincrásica. Todos queremos creer que podemos determinar lo que sucederá, por lo contrario ir con la corriente muchas veces lo percibimos como perder el control y la libertad individual. Interesante reflexión: ¿cuáles son los motivos detrás de cada decisión?: ser uno mismo, deseo de aceptación o control de la situación para calmar mi ansiedad.
Hagamos el esfuerzo de mirar otra vez, para encontrar nuestra medida, nuestro límite, nuestro deseo, negociemos con nuestras necesidades a veces contrapuestas y sepamos que esa es nuestra mejor opción hoy.
Nuestras percepciones, actitudes y acciones están fuertemente afectadas por otras personas, de manera individual o colectiva. Este proceso se llama influencia social
La presión hacia la conformidad es el proceso por el cual modificamos nuestro comportamiento en función de adherir a las normas sociales vigentes, es decir a ideas o reglas ampliamente aceptadas que indican cómo debemos obrar en determinadas situaciones. Las normas sociales pueden ser tanto explícitas como implícitas, en algunas ocasiones son detalladas y precisa (leyes, etc.) otras no tanto como parámetros de conducta, lenguaje y vestimenta de acuerdo a los grupos que pertenezcamos o que quisiéramos pertenecer.
¿Cuáles son los factores que determinan hasta qué punto como individuos nos dejamos presionar hacia la conformidad?
• La cohesión, es decir el grado de atracción hacia el grupo o las personas que ejercen esa influencia. Somos más propensos a dejarnos influir por amigos o por personas que admiramos. • El tamaño del grupo
• La presencia o ausencia de apoyo social. Tener un aliado ayuda a no dejarse presionar.
También hay dos necesidades básicas que nos compelen a seguir la corriente, una es la de sentirnos queridos y otra es la de “hacer lo correcto”. Muchas veces actuamos como los demás para asegurarnos ser aceptados, para pertenecer a ese grupo, y para quedarnos tranquilos de que estamos haciendo lo correcto porque que en este caso es lo que hace la mayoría.
Pero, si bien queremos agradar a los demás y hacer lo correcto, no queremos perder nuestra identidad, aquello en lo que creemos, nuestros valores personales. Es decir también tenemos la necesidad de individuación, ser nosotros mismos y diferenciarnos de otros. Es en parte por este motivo que en ocasiones elegimos no estar de acuerdo con los demás o actuar de manera idiosincrásica. Todos queremos creer que podemos determinar lo que sucederá, por lo contrario ir con la corriente muchas veces lo percibimos como perder el control y la libertad individual. Interesante reflexión: ¿cuáles son los motivos detrás de cada decisión?: ser uno mismo, deseo de aceptación o control de la situación para calmar mi ansiedad.
Hagamos el esfuerzo de mirar otra vez, para encontrar nuestra medida, nuestro límite, nuestro deseo, negociemos con nuestras necesidades a veces contrapuestas y sepamos que esa es nuestra mejor opción hoy.
domingo, 12 de junio de 2011
MI OPINIÓN/ Sólo un punto de vista
Debido a que pensamos todo el tiempo, ya que la naturaleza de la mente es inquieta, llegamos a creer que nosotros somos nuestros pensamientos. Formamos opiniones rápidamente y nos aferramos a ellas como si fueran verdades, cuando sólo son pensamientos y su contenido son creaciones nuestras.
Ignorar que nuestras opiniones son sólo eso nos ocasiona un sinfín de problemas en todas las áreas de nuestras vidas. Basta aquietarnos y silenciarnos (no solo nuestra voz sino también nuestros pensamientos) para entrar en una nueva dimensión, conectarnos con nosotros mismos, qué nos está pasando, desde qué lugar pensamos lo que pensamos, qué sentimos cuando pensamos eso. Cuando logramos silenciar nuetsra mente: vivenciamos nuestro ser, nuestra experiencia (sensorial) actual, el aquí y ahora, más allá de lo que pensamos. Optamos por ser testigos. Empezando por ser amorosos con nosotros mismos y darnos el permiso de aceptar lo que sea que sintamos. Teniendo una actitud curiosa, experimental sin saber lo que podríamos descubrir, pero dando la bienvenida y apreciando lo que aparezca. Si bien el silencio puede ser entendido como pasividad, se trata de todo lo contrario, es poner todo tu esfuerzo en ser nosotros mismos y aceptarnos tal cual somos. El “deseo de estar en lo correcto” da paso a la aceptación y la receptividad hacia “aquello que es”.
Queremos llevar nuestra atención a reconocer que nuestros pensamientos se componen de prejuicios, evaluaciones, ideas y opiniones. Que además son complejos, impredecibles, muchas veces inconsistentes y contradictorios además de imprecisos. Todas las opiniones y las creencias son válidas, pero es importante no apegarnos tanto a ellas de modo tal que nos impidan ver otros aspectos de la realidad. Una visión es una elección y como tal recordemos que dejamos fuera todo lo que no elegimos, todo lo que no vemos, no escuchamos. Ejercitemos la perspectiva, miremos al pasado y recordemos cuáles eran nuestras opiniones acerca de determinados temas y cómo fueron cambiando con el tiempo.(¿Eran verdades o eran opiniones?)
Vale la pena traer algo de generosidad a nuestro arraigado hábito de mirar las cosas en categorías excluyentes. (bueno o malo). La naturaleza de nuestra mente es juzgar, pero cultivar el discernimiento y la empatía (ponerse en el lugar del otro) hace que nuestras apreciaciones sean menos sesgadas, parciales, mezquinas e inconcientes.
La empatía no se limita a las emociones solamente. Todos podemos empatizar con un niño que sufre. Más difícil es empatizar cuando alguien se enfurece, tira cosas o grita. También es difícil empatizar con alguien cuyos pensamientos o intereses entran en conflictos con los nuestros. Nuestra habilidad para empatizar más ampliamente requiere de un trabajo a conciencia, del ejercicio.
Recordemos que como seres vivos somos únicos, irrepetibles, sistemas abiertos en permanente cambio. Miremos otra vez y cada tanto paremos, respiremos, y ampliemos nuestro horizonte. Al final, sólo se trata de ser nosotros mismos.
Ignorar que nuestras opiniones son sólo eso nos ocasiona un sinfín de problemas en todas las áreas de nuestras vidas. Basta aquietarnos y silenciarnos (no solo nuestra voz sino también nuestros pensamientos) para entrar en una nueva dimensión, conectarnos con nosotros mismos, qué nos está pasando, desde qué lugar pensamos lo que pensamos, qué sentimos cuando pensamos eso. Cuando logramos silenciar nuetsra mente: vivenciamos nuestro ser, nuestra experiencia (sensorial) actual, el aquí y ahora, más allá de lo que pensamos. Optamos por ser testigos. Empezando por ser amorosos con nosotros mismos y darnos el permiso de aceptar lo que sea que sintamos. Teniendo una actitud curiosa, experimental sin saber lo que podríamos descubrir, pero dando la bienvenida y apreciando lo que aparezca. Si bien el silencio puede ser entendido como pasividad, se trata de todo lo contrario, es poner todo tu esfuerzo en ser nosotros mismos y aceptarnos tal cual somos. El “deseo de estar en lo correcto” da paso a la aceptación y la receptividad hacia “aquello que es”.
Queremos llevar nuestra atención a reconocer que nuestros pensamientos se componen de prejuicios, evaluaciones, ideas y opiniones. Que además son complejos, impredecibles, muchas veces inconsistentes y contradictorios además de imprecisos. Todas las opiniones y las creencias son válidas, pero es importante no apegarnos tanto a ellas de modo tal que nos impidan ver otros aspectos de la realidad. Una visión es una elección y como tal recordemos que dejamos fuera todo lo que no elegimos, todo lo que no vemos, no escuchamos. Ejercitemos la perspectiva, miremos al pasado y recordemos cuáles eran nuestras opiniones acerca de determinados temas y cómo fueron cambiando con el tiempo.(¿Eran verdades o eran opiniones?)
Vale la pena traer algo de generosidad a nuestro arraigado hábito de mirar las cosas en categorías excluyentes. (bueno o malo). La naturaleza de nuestra mente es juzgar, pero cultivar el discernimiento y la empatía (ponerse en el lugar del otro) hace que nuestras apreciaciones sean menos sesgadas, parciales, mezquinas e inconcientes.
La empatía no se limita a las emociones solamente. Todos podemos empatizar con un niño que sufre. Más difícil es empatizar cuando alguien se enfurece, tira cosas o grita. También es difícil empatizar con alguien cuyos pensamientos o intereses entran en conflictos con los nuestros. Nuestra habilidad para empatizar más ampliamente requiere de un trabajo a conciencia, del ejercicio.
Recordemos que como seres vivos somos únicos, irrepetibles, sistemas abiertos en permanente cambio. Miremos otra vez y cada tanto paremos, respiremos, y ampliemos nuestro horizonte. Al final, sólo se trata de ser nosotros mismos.
domingo, 27 de marzo de 2011
Mes de la Mujer
El pasado 8 de marzo se celebro el día Internacional de la Mujer, que ya suma 100 años de existencia. Desde su declaración en 1910, hemos ganado espacios que antes eran privilegio de los hombres: el derecho a votar, el ingreso al mundo laboral, el derecho a planificar nuestra maternidad, y hasta logramos ocupar la presidencia en varios países y ganar premios nobel. Sin embargo, esos avances se han alcanzado de forma muy dispar, dependiendo de la pertenencia a un estrato económico social, a un país o a una cultura, No obstante, hay una constante que no ha cambiado en la vida de la mujer: nuestro innegable rol como salvaguarda de la salud en nuestros hogares y por ende de la sociedad.
Las mujeres en cualquier momento de nuestras vidas podemos ser madres, estudiantes, líderes o trabajadoras; y para cada uno de estos múltiples roles el cuidado de nuestra salud es fundamental, no sólo para protegernos a nosotras mismas sino a aquellos que dependen de nuestra atención y protección (hijos, padres, esposos). No en vano los organismos internacionales como las Naciones Unidas (ONU) han desarrollado una serie de programas destinados al cuidado de la salud de la mujer como un factor crucial para el desarrollo de las futuras generaciones. Cuidando la salud de la mujer, apostando a su educación, se cuida a sus familias, a sus comunidades. La mujer es un vector para la promoción de la salud y la educación. Es por eso que como mujeres tenemos el compromiso de compartir nuestro conocimiento, pasar la voz, enseñar a otros y otras a cuidar y cuidarse. Tenemos la responsabilidad de ayudar a otras mujeres a cumplir ese rol, a conocer sus derechos y los de su familia y desde ese pequeño gran lugar intentar compensar las inequidades sociales, culturales, sanitarias que hoy siguen ofreciendo un panorama muy dispar a la hora de hablar de “las mujeres”.
En el mes de la mujer, las invitamos a “mirarse otra vez”, no sólo mirar a los otros, saber que al cuidarnos estamos cuidando y que ayudando a otros a cuidarse están haciendo un gran aporte más allá de nuestro pequeño lugar en el mundo.
lunes, 7 de febrero de 2011
¿Qué aprendí en las vacaciones?
Un momento dónde el tiempo transcurre distinto. Sobre todo el interno.
No hay horarios fijos. Hay tiempo para descansar, para no hacer nada, para leer, para conversar, para hacer silencio, para ejercitarse, para recrearse, para compartir, para estar a solas, incluso para aburrirnos. Si capitalizamos este cambio nos encontramos con la posibilidad de registrar matices de nuestro estado interior.
Nos vamos llenos de expectativas, ya sabemos que no sólo no se cumplen todas sino que además nos volvemos con otra perspectiva sobre nosotros mismos, y por supuesto de los demás también. Pero nuestro compromiso es ser valientes, soltar los juicios sobre los demás y encargarnos de nuestro propio aprendizaje que al fin y al cabo es sobre lo que podemos tener alguna injerencia.
Repasemos entonces nuestra experiencia en la “Dimensión Vacacional” y preguntémonos:
• ¿Cómo me relaciono con lo espontáneo?
• ¿Cómo me llevo con el tiempo libre? ¿Lo ocupo?, ¿lo disfruto?.¿Espero que otro organice y decida por mí?. ¿Si otro lo hace, me alivia o me enoja?
• ¿Qué registro con respecto estar fuera de una rutina que aunque me agobie muchas veces me ordena?
• ¿Cómo vivo la intimidad familiar? ¿La demanda de los chicos?
• ¿Cómo me llevo con el placer?
• ¿Hay algo que haya experimentado en este tiempo que quiera extrapolar en proporciones realistas al resto del año?
Yo elegí el silencio, yo la contemplación ¿y vos?
Si nos hacemos las preguntas y tratamos de rastrear respuestas honestamente hallaremos información valiosa sobre la cual llevar conciencia y trabajo para transformarnos, crecer, mejorar, atender asuntos olvidados y así crecer y nutrir nuestro entorno con una mejor versión de nosotros mismos.
En el 2008, Sergio Sinay, a quien hemos citado en otras ocasiones escribía el artículo “Vacaciones, ¿para qué?”. A continuación transcribimos los fragmentos con los que más nos identificamos. Recomendamos leer el artículo completo ingresando al siguiente link: http://www.lanacion.com.ar/1083736-vacaciones-para-que
Vacaciones, ¿para qué? Por Sergio Sinay
Domingo 28 de diciembre de 2008 Publicado en edición impresa
(…) La palabra "vacaciones" proviene del vocablo latino vacatio . Su acepción original es "tiempo de vaciamiento". Es el momento de vaciar algo que está lleno. Los seres humanos solemos encontrarnos ante dos tipos de vacío. Uno es lo que la filosofía china llama wu wei . Sin una traducción exacta al español, el término podría entenderse como "inacción" o "no actuar". Habla de un vacío fértil, el de la pasividad, la receptividad, el silencio y la contemplación. En él no hay nada que hacer, sino permitirse ser un simple testigo de lo que está alrededor, de lo existente, hasta fundirse con ello y reintegrarse a la naturaleza en todas sus dimensiones, algo que Occidente ha ido postergando en los últimos cuatro siglos. El poeta y traductor Henri Borel (1869-1933), que estuvo en China y se adentró en esa filosofía, le dedicó a la propuesta un bello y breve relato, que se titula precisamente Wu Wei , y en él un maestro oriental dice al protagonista, un joven occidental ansioso por llenarse de sabiduría (supuestamente el propio Borel): "Los seres humanos podrían ser verdaderamente tales si se dejaran ir como florecen las olas del mar, como florecen los árboles. Pero se dejan cegar por sus sentidos y sus deseos. Quieren todo el tiempo voluptuosidad, alegría, fama, riquezas; sus movimientos toman la violencia de la tempestad desencadenada, su ritmo es un ascenso furioso seguido de una precipitada caída". (…)
Hay dos vacías. En el primer vacío florecen nuevas perspectivas; se ve lo que habitualmente escapa a nuestra mirada; es posible encontrar emociones, sentimientos y capacidades olvidadas; se despliegan aspectos insospechados del mundo y de los seres que nos rodean; se advierten caminos de vida hasta entonces impensados; muchas imposibilidades se transforman en posibilidades, y lo que parecía inamovible e incuestionable revela nuevos aspectos. Por eso tal vacío es fértil. El otro produce el efecto contrario. Cierra la mirada, confunde, genera insatisfacción, empobrece las experiencias, las hace repetitivas, lleva a hundirse en el bullicio, en la actividad obsesiva. Cualquier cosa a cambio de no pensar, no sentir, no afrontar la pregunta insistente acerca de cómo y para qué vivir. Por eso este vacío es existencial. En el vacío fértil nada hay para hacer, ni es necesario. Es un estado y, como tal, se trata de estar en él, de permanecer. No hay que llenarlo; no pide eso. Del vacío existencial se suele procurar huir por cualquier puerta, a cualquier precio; su presencia multiplica los movimientos de fuga (ruido, hiperactividad, relaciones seriales, consumo voraz, necesidad de movimiento continuo). El vacío fértil es acogedor, el vacío existencial es insoportable. (…)
A la luz de estas descripciones, bien se puede decir que hay vacaciones endorfínicas y hay vacaciones adrenalínicas. Las primeras, probablemente, son el resultado de un auténtico vacatio , un tiempo de vaciamiento, un acercamiento sin temor al vacío fértil. Las segundas suelen resultar la continuidad de un estilo que viene del año transcurrido y que acaso se prolongará en el tiempo por venir.
Tiempo de respuestas
(…)"El silencio no es la ausencia de sonido, sino un deslizamiento de la atención hacia los sonidos que le hablan al alma", apunta el psicoterapeuta y mitólogo Thomas Moore en El reencantamiento de la vida cotidiana. (…) ". El "tiempo de vaciamiento" puede ser, en efecto, un tiempo de respuestas a preguntas nunca afrontadas.
(…). El profesor de Psicología de la Universidad de Uppsala, Suecia, Owe Wikstrom, especialista en el estudio de las relaciones entre religiosidad y salud mental, lo propone en su profundo y vivencial Elogio de la lentitud : "Tarde o temprano, los seres humanos tenemos que emprender el viaje más decisivo de todos: el viaje hacia nosotros mismos. Y un requisito necesario para este viaje interior es disminuir la velocidad". Y se puede agregar: junto con la velocidad, disminuir el ruido, la hiperactividad, el productivismo, la voracidad, el apetito material, la preocupación por lo efímero, por lo circunstancial, por lo superficial, por lo fugaz (aunque brille, aunque tiente). (…)
"Hay dos silencios: uno asusta y el otro pacifica", dice Nouwen. "Nos hemos alienado del silencio; no sabemos qué hacer con él. Si vamos a la playa o vamos al bosque, los auriculares son nuestros compañeros más importantes; parece que no podemos soportar el sonido del silencio." Silencio, vacío, receptividad, pasividad, contemplación, son palabras que se ofrecen como oportunidades en el horizonte vacacional. Más que como simples palabras, asoman como oportunidad de nuevas y profundas experiencias. (…)
Quizás una de las experiencias para transitar consista en revisar la noción de ocio productivo. Como sostendría Aristóteles, esas dos palabras no se llevan. El ocio no es ni puede ser, por definición, productivo, y quien siente la necesidad de producir en ese tiempo no es una persona libre, según la mirada del filósofo griego. Aristóteles sostenía que el ocio es condición de la libertad. Cuando el hombre cesa de producir, decía, se ve ante aquello que lo hace humano: las cuestiones morales. Y debe definirse y comprometerse ante ellas. Si tener tiempo libre equivale a estar ocioso, ¿es libre quien, aun cuando está ocioso, siente la necesidad de producir algo?
No hay horarios fijos. Hay tiempo para descansar, para no hacer nada, para leer, para conversar, para hacer silencio, para ejercitarse, para recrearse, para compartir, para estar a solas, incluso para aburrirnos. Si capitalizamos este cambio nos encontramos con la posibilidad de registrar matices de nuestro estado interior.
Nos vamos llenos de expectativas, ya sabemos que no sólo no se cumplen todas sino que además nos volvemos con otra perspectiva sobre nosotros mismos, y por supuesto de los demás también. Pero nuestro compromiso es ser valientes, soltar los juicios sobre los demás y encargarnos de nuestro propio aprendizaje que al fin y al cabo es sobre lo que podemos tener alguna injerencia.
Repasemos entonces nuestra experiencia en la “Dimensión Vacacional” y preguntémonos:
• ¿Cómo me relaciono con lo espontáneo?
• ¿Cómo me llevo con el tiempo libre? ¿Lo ocupo?, ¿lo disfruto?.¿Espero que otro organice y decida por mí?. ¿Si otro lo hace, me alivia o me enoja?
• ¿Qué registro con respecto estar fuera de una rutina que aunque me agobie muchas veces me ordena?
• ¿Cómo vivo la intimidad familiar? ¿La demanda de los chicos?
• ¿Cómo me llevo con el placer?
• ¿Hay algo que haya experimentado en este tiempo que quiera extrapolar en proporciones realistas al resto del año?
Yo elegí el silencio, yo la contemplación ¿y vos?
Si nos hacemos las preguntas y tratamos de rastrear respuestas honestamente hallaremos información valiosa sobre la cual llevar conciencia y trabajo para transformarnos, crecer, mejorar, atender asuntos olvidados y así crecer y nutrir nuestro entorno con una mejor versión de nosotros mismos.
En el 2008, Sergio Sinay, a quien hemos citado en otras ocasiones escribía el artículo “Vacaciones, ¿para qué?”. A continuación transcribimos los fragmentos con los que más nos identificamos. Recomendamos leer el artículo completo ingresando al siguiente link: http://www.lanacion.com.ar/1083736-vacaciones-para-que
Vacaciones, ¿para qué? Por Sergio Sinay
Domingo 28 de diciembre de 2008 Publicado en edición impresa
(…) La palabra "vacaciones" proviene del vocablo latino vacatio . Su acepción original es "tiempo de vaciamiento". Es el momento de vaciar algo que está lleno. Los seres humanos solemos encontrarnos ante dos tipos de vacío. Uno es lo que la filosofía china llama wu wei . Sin una traducción exacta al español, el término podría entenderse como "inacción" o "no actuar". Habla de un vacío fértil, el de la pasividad, la receptividad, el silencio y la contemplación. En él no hay nada que hacer, sino permitirse ser un simple testigo de lo que está alrededor, de lo existente, hasta fundirse con ello y reintegrarse a la naturaleza en todas sus dimensiones, algo que Occidente ha ido postergando en los últimos cuatro siglos. El poeta y traductor Henri Borel (1869-1933), que estuvo en China y se adentró en esa filosofía, le dedicó a la propuesta un bello y breve relato, que se titula precisamente Wu Wei , y en él un maestro oriental dice al protagonista, un joven occidental ansioso por llenarse de sabiduría (supuestamente el propio Borel): "Los seres humanos podrían ser verdaderamente tales si se dejaran ir como florecen las olas del mar, como florecen los árboles. Pero se dejan cegar por sus sentidos y sus deseos. Quieren todo el tiempo voluptuosidad, alegría, fama, riquezas; sus movimientos toman la violencia de la tempestad desencadenada, su ritmo es un ascenso furioso seguido de una precipitada caída". (…)
Hay dos vacías. En el primer vacío florecen nuevas perspectivas; se ve lo que habitualmente escapa a nuestra mirada; es posible encontrar emociones, sentimientos y capacidades olvidadas; se despliegan aspectos insospechados del mundo y de los seres que nos rodean; se advierten caminos de vida hasta entonces impensados; muchas imposibilidades se transforman en posibilidades, y lo que parecía inamovible e incuestionable revela nuevos aspectos. Por eso tal vacío es fértil. El otro produce el efecto contrario. Cierra la mirada, confunde, genera insatisfacción, empobrece las experiencias, las hace repetitivas, lleva a hundirse en el bullicio, en la actividad obsesiva. Cualquier cosa a cambio de no pensar, no sentir, no afrontar la pregunta insistente acerca de cómo y para qué vivir. Por eso este vacío es existencial. En el vacío fértil nada hay para hacer, ni es necesario. Es un estado y, como tal, se trata de estar en él, de permanecer. No hay que llenarlo; no pide eso. Del vacío existencial se suele procurar huir por cualquier puerta, a cualquier precio; su presencia multiplica los movimientos de fuga (ruido, hiperactividad, relaciones seriales, consumo voraz, necesidad de movimiento continuo). El vacío fértil es acogedor, el vacío existencial es insoportable. (…)
A la luz de estas descripciones, bien se puede decir que hay vacaciones endorfínicas y hay vacaciones adrenalínicas. Las primeras, probablemente, son el resultado de un auténtico vacatio , un tiempo de vaciamiento, un acercamiento sin temor al vacío fértil. Las segundas suelen resultar la continuidad de un estilo que viene del año transcurrido y que acaso se prolongará en el tiempo por venir.
Tiempo de respuestas
(…)"El silencio no es la ausencia de sonido, sino un deslizamiento de la atención hacia los sonidos que le hablan al alma", apunta el psicoterapeuta y mitólogo Thomas Moore en El reencantamiento de la vida cotidiana. (…) ". El "tiempo de vaciamiento" puede ser, en efecto, un tiempo de respuestas a preguntas nunca afrontadas.
(…). El profesor de Psicología de la Universidad de Uppsala, Suecia, Owe Wikstrom, especialista en el estudio de las relaciones entre religiosidad y salud mental, lo propone en su profundo y vivencial Elogio de la lentitud : "Tarde o temprano, los seres humanos tenemos que emprender el viaje más decisivo de todos: el viaje hacia nosotros mismos. Y un requisito necesario para este viaje interior es disminuir la velocidad". Y se puede agregar: junto con la velocidad, disminuir el ruido, la hiperactividad, el productivismo, la voracidad, el apetito material, la preocupación por lo efímero, por lo circunstancial, por lo superficial, por lo fugaz (aunque brille, aunque tiente). (…)
"Hay dos silencios: uno asusta y el otro pacifica", dice Nouwen. "Nos hemos alienado del silencio; no sabemos qué hacer con él. Si vamos a la playa o vamos al bosque, los auriculares son nuestros compañeros más importantes; parece que no podemos soportar el sonido del silencio." Silencio, vacío, receptividad, pasividad, contemplación, son palabras que se ofrecen como oportunidades en el horizonte vacacional. Más que como simples palabras, asoman como oportunidad de nuevas y profundas experiencias. (…)
Quizás una de las experiencias para transitar consista en revisar la noción de ocio productivo. Como sostendría Aristóteles, esas dos palabras no se llevan. El ocio no es ni puede ser, por definición, productivo, y quien siente la necesidad de producir en ese tiempo no es una persona libre, según la mirada del filósofo griego. Aristóteles sostenía que el ocio es condición de la libertad. Cuando el hombre cesa de producir, decía, se ve ante aquello que lo hace humano: las cuestiones morales. Y debe definirse y comprometerse ante ellas. Si tener tiempo libre equivale a estar ocioso, ¿es libre quien, aun cuando está ocioso, siente la necesidad de producir algo?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Juntas
Somos mujeres que queremos salir de la queja, que queremos intentar mirar los conflictos desde un lugar compasivo y no agresivo, mamás que queremos ver la cara de nuestros hijos en la de todos los chicos involucrados en un problema.En este blog proponemos no quedarnos con la primera impresión de las cosas, proponemos “tener la voluntad de volver a mirar”; porque solo así podemos reflexionar, no aferrarnos a una narración individual y pensar en la responsabilidad que nos toca en cada situación.Aceptamos el conflicto como parte de la vida, sin exigirle al colegio una “puesta en escena de mundo ideal” sino un espacio real de socialización. Queremos darle a los chicos y a nosotras mismas alternativas distintas a la de ser víctima o victimario.Queremos construir, porque sólo así podemos empezar a materializar nuestro deseo de un mundo mejor. Porque somos mujeres que nos damos cuenta de la necesidad de un impulso cuya meta u origen residen aún más allá de nosotrasPorque somos mujeres que creemos que debemos ser parte de una iniciativa global por la paz. Porque creemos que de las madres depende que de este mundo se erradique de una vez y para siempre la violencia como método.
Trabajando por la paz
En esta sección recibimos propuestas e ideas de actividades para encarar juntas y en familia que nos ayuden a reflexionar sobre la paz y la no violencia.
Actividades artísticas, deportivas, debates e intercambios. Intentamos que un espacio de nuestro tiempo recreativo en familia lo volquemos en "trabajar por la paz".
Escribinos a mirarotravez@gmail.com
Actividades artísticas, deportivas, debates e intercambios. Intentamos que un espacio de nuestro tiempo recreativo en familia lo volquemos en "trabajar por la paz".
Escribinos a mirarotravez@gmail.com
Contacto
Si querés escribirnos, hacernos llegar tus ideas, comentarios o experiencias hacelo a mirarotravez@gmail.com