La inteligencia emocional es la capacidad para reconocer sentimientos
propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término fue popularizado
por Daniel Goleman, autor del libro: Emotional Intelligence, publicado en 1995.
Según Goleman la inteligencia emocional puede organizarse en cinco capacidades:
conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la
propia motivación, y gestionar las relaciones.
Observarnos a nosotros mismos nos permite tener conciencia de lo que pasa en nuestro interior, conocernos. Observarse es registrar las emociones, ponerles nombre, identificar nuestros pensamientos y las sensaciones físicas.
A través del registro nos vamos comprendiendo y este conocimiento nos da mayor libertad. Nos da la posibilidad de ir serenándonos y no reaccionar frente a las emociones, de liberarnos de ellas.
Educarnos en este sentido ya se habrán dado cuenta que es un trabajo cotidiano y que dura toda la vida!. Sólo la firme intención de practicar cambiar los hábitos es un paso hacia adelante. Sepamos que vamos a fallar, pero no desistamos de practicar.
LLAMEMOS LAS COSAS POR SU NOMBRE
A través del registro nos vamos comprendiendo y este conocimiento nos da mayor libertad. Nos da la posibilidad de ir serenándonos y no reaccionar frente a las emociones, de liberarnos de ellas.
Educarnos en este sentido ya se habrán dado cuenta que es un trabajo cotidiano y que dura toda la vida!. Sólo la firme intención de practicar cambiar los hábitos es un paso hacia adelante. Sepamos que vamos a fallar, pero no desistamos de practicar.
LLAMEMOS LAS COSAS POR SU NOMBRE
No tener palabras para los sentimientos significa no apropiarse de ellos. De ahí deviene la importancia de ponerle nombre a las emociones y de distinguir las diferentes manifestaciones físicas. “¿Qué es mi nudo en la garganta?”; “Y ¿mi dolor de panza?”, “¿mi agujero en la boca del estómago?”: ¿Miedo, angustia, ansiedad, enojo, impotencia, hambre, aburrimiento, cansancio...?. El objetivo es el equilibrio (jaja! sigamos intentando) no la supresión emocional ya que cada sentimiento tiene su valor y su razón de ser.
LOS TRES PRIMEROS DEL RANKING
• LA IRA es el estado de ánimo que peor dominamos ya que a diferencia de la tristeza nos proporciona energía y nos impulsa a la acción. Para enfriarnos fisiológicamente es necesario dejar de estar en un marco en que siga habiendo disparadores que alimenten el enojo. “Tiempo fuera¨ para calmarnos y entrar en un estado de reflexión, respirar profundamente para relajar los músculos y oxigenar el cerebro o caminar para descargar la tensión y distraer la mente. Contrariamente a la creencia popular de que “la catarsis nos hace sentir mejor”, está comprobado que hace poco para disiparla, sólo nos ubica en un lugar de importancia personal “tener la razón” incluso para justificar seguir enojados.
• Hablemos de la ANSIEDAD, doble trabajo: desafiar los pensamientos inquietantes sobre el futuro o el pasado (aunque ninguno exista) y reducir el estrés físico: aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, temblores, etc.
La ansiedad nos sirve para anticiparnos frente a una prueba de cualquier tipo, para motivarnos, para prepararnos bien y así conseguir un buen desempeño, pero cuánto nos cobra a cambio si dejamos que avance!.
• TRISTEZA, no tan rápido, antes de tratar de librarnos de ella aprendamos. Las pérdidas reales o simbólicas tienen efectos invariables: reducen nuestro interés por la diversión y el placer, fija la atención en lo que se ha perdido, socava nuestra energía para comenzar una nueva empresa al menos por un tiempo. Este estado sirve para llorar la pérdida, reflexionar sobre su significado y finalmente hacer los ajustes necesarios para continuar con nuestra vida.
El punto óptimo de la IE se llama flujo (Flow). Es un estado en el que estamos absorbidos por el momento presente, estamos siendo en lugar de haciendo. Es preparar las emociones al servicio del desempeño y el aprendizaje. Es una experiencia que casi todos tenemos de vez en cuando. Es la desvinculación total del resultado ya que quedamos inmersos en el puro placer del acto que estamos realizando. En este estado las tareas más desafiantes se realizan con un gasto mínimo de energía mental. Sentir deseos de hacer lo que se hace por sobre todas las cosas. Se aprende de forma óptima cuando tenemos algo que nos interesa y obtenemos placer ocupándonos de ello. Se espera que cuando alcanzamos el estado de flujo gracias al aprendizaje de cualquier área nos sentimos estimulados a aceptar desafíos en otras áreas. Es necesario forzar los límites de la propia capacidad para sustentar este estado.
Bueno, todo muy lindo hasta acá. ¿Qué podemos hacer?
• Entrenar: buscar todas las formas posibles de conectarnos con nuestras sensaciones, con lo que sentimos, identificar nuestras emociones.
• Serenarnos. Cada cual buscará (y con suerte encontrará) su método: yoga, meditación, aikido, bailar, correr, té de tilo....
• Practicar la atención no defensiva, escucha abierta, es decir hacer el enorme esfuerzo de escuchar sin hablarnos a nosotros mismos ni prejuzgar mientras escuchamos. Vislumbrar los sentimientos que hay detrás de lo que se dice. En la comunicación abierta no hay intimidación, ni amenazas, mucho menos insultos. No hay lugar para excusas, ni para la negación de la responsabilidad ni para las críticas.
Miremos otra vez, esta vez para adentro
LOS TRES PRIMEROS DEL RANKING
• LA IRA es el estado de ánimo que peor dominamos ya que a diferencia de la tristeza nos proporciona energía y nos impulsa a la acción. Para enfriarnos fisiológicamente es necesario dejar de estar en un marco en que siga habiendo disparadores que alimenten el enojo. “Tiempo fuera¨ para calmarnos y entrar en un estado de reflexión, respirar profundamente para relajar los músculos y oxigenar el cerebro o caminar para descargar la tensión y distraer la mente. Contrariamente a la creencia popular de que “la catarsis nos hace sentir mejor”, está comprobado que hace poco para disiparla, sólo nos ubica en un lugar de importancia personal “tener la razón” incluso para justificar seguir enojados.
• Hablemos de la ANSIEDAD, doble trabajo: desafiar los pensamientos inquietantes sobre el futuro o el pasado (aunque ninguno exista) y reducir el estrés físico: aceleración del ritmo cardíaco, sudoración, temblores, etc.
La ansiedad nos sirve para anticiparnos frente a una prueba de cualquier tipo, para motivarnos, para prepararnos bien y así conseguir un buen desempeño, pero cuánto nos cobra a cambio si dejamos que avance!.
• TRISTEZA, no tan rápido, antes de tratar de librarnos de ella aprendamos. Las pérdidas reales o simbólicas tienen efectos invariables: reducen nuestro interés por la diversión y el placer, fija la atención en lo que se ha perdido, socava nuestra energía para comenzar una nueva empresa al menos por un tiempo. Este estado sirve para llorar la pérdida, reflexionar sobre su significado y finalmente hacer los ajustes necesarios para continuar con nuestra vida.
El punto óptimo de la IE se llama flujo (Flow). Es un estado en el que estamos absorbidos por el momento presente, estamos siendo en lugar de haciendo. Es preparar las emociones al servicio del desempeño y el aprendizaje. Es una experiencia que casi todos tenemos de vez en cuando. Es la desvinculación total del resultado ya que quedamos inmersos en el puro placer del acto que estamos realizando. En este estado las tareas más desafiantes se realizan con un gasto mínimo de energía mental. Sentir deseos de hacer lo que se hace por sobre todas las cosas. Se aprende de forma óptima cuando tenemos algo que nos interesa y obtenemos placer ocupándonos de ello. Se espera que cuando alcanzamos el estado de flujo gracias al aprendizaje de cualquier área nos sentimos estimulados a aceptar desafíos en otras áreas. Es necesario forzar los límites de la propia capacidad para sustentar este estado.
Bueno, todo muy lindo hasta acá. ¿Qué podemos hacer?
• Entrenar: buscar todas las formas posibles de conectarnos con nuestras sensaciones, con lo que sentimos, identificar nuestras emociones.
• Serenarnos. Cada cual buscará (y con suerte encontrará) su método: yoga, meditación, aikido, bailar, correr, té de tilo....
• Practicar la atención no defensiva, escucha abierta, es decir hacer el enorme esfuerzo de escuchar sin hablarnos a nosotros mismos ni prejuzgar mientras escuchamos. Vislumbrar los sentimientos que hay detrás de lo que se dice. En la comunicación abierta no hay intimidación, ni amenazas, mucho menos insultos. No hay lugar para excusas, ni para la negación de la responsabilidad ni para las críticas.
• Pequeños grandes cambios:
• Ser específico tanto en la crítica como en el
elogio.
• Ofrecer una solución para resolver un problema.
• Estar
presente.
• Ser compasivos.
• Tener a quién recurrir, con quién hablar,
alguien que nos ofrezca ayuda, consejos, soluciones, consuelo. La calidad de
nuestros vínculos va a ser fundamental para aliviar el estrés.
Miremos otra vez, esta vez para adentro